Un día, un candidato que se preparaba para el sacramento de la reconciliación le preguntó a un sacerdote: "¿Realmente Jesús me perdonará?" El sacerdote le preguntó al candidato: "¿Tiras tu ropa sucia?" "No", fue la respuesta. Entonces, ni Jesús nuestro Señor te echará fuera.
En el encuentro entre Jesús y una mujer samaritana, aprendemos que, a pesar de cómo el mundo debe haber tratado a la mujer samaritana, Jesús vio en ella a la posible discípula que podía ser con Su aliento. No importa cuál haya sido nuestro pasado, nuestro futuro es puro e inmaculado.
La palabra agua se repite varias veces en este pasaje. En ciertas partes del mundo, tenemos agua en abundancia y no debemos haber experimentado lo que es la escasez de agua, como en partes del mundo donde necesitan caminar kilómetros para buscar una jarra de agua. Si no hay agua, no habrá vida. Por lo tanto, cuando Jesús habla del agua viva en el Evangelio de hoy, se está refiriendo a la vida, que es su propio yo. Es siempre el Señor quien toma la primera iniciativa de revelarse, como vemos en la lectura del Evangelio de hoy. Toda la escena comienza como un encuentro entre dos extraños que se convierte en una transformación mística y una acción misionera del lado de la mujer samaritana. El Señor continúa revelándose a través de simples conversaciones cotidianas.
San Agustín decía que nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en el Señor. Aquí, en la lectura del Evangelio de hoy, encontramos también la misma sed en Dios. Es una escena paradójica; el dador del agua viva está sediento él mismo. El Mesías sediento y la mujer que estaba sedienta del agua viva se encuentran. La voz que resuena en este pasaje es que "hija mía, mi corazón está inquieto hasta que te encuentro, te hable, te escuche, me sente contigo y cene contigo". Es una manera maravillosa de entender cómo Dios y la humanidad están sedientos el uno del otro.
Este pasaje nos da una idea del poder de la misericordia y el amor de Dios. Cuando Jesús se encuentra con esta mujer, trae a colación su pasado a la conversación, no para condenarla o castigarla, sino para revelarse a ella. Prestemos atención que el nombre de la mujer es desconocido, el autor lo deja en blanco para que podamos llenarlo con nuestros propios nombres. No importa quién seas y lo que hayas hecho, eres especial, precioso y amado por Dios mismo. Esta es la buena noticia que el Señor nos da hoy. Nuestras experiencias y encuentros cotidianos pueden ser transformadores y cambiar la vida. Estemos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor y tengamos sed de Dios en todo lo que sucede y en todo lo que hacemos.
Que Dios te bendiga. Por favor, recen por mí. En María Auxiliadora, P. Franco